Explorando la evolución del descanso nocturno desde la prehistoria y sus implicaciones en nuestra vida actual.

 

El sueño, esa ineludible necesidad biológica, juega un papel crucial en nuestra salud y bienestar, con un impacto que va desde la memoria hasta la regulación emocional. Sin embargo, los humanos modernos duermen notablemente menos que nuestros parientes primates más cercanos. Esta peculiaridad nos lleva a preguntarnos: ¿por qué dormimos menos? ¿Cómo evolucionaron nuestros patrones de sueño a lo largo de los milenios? Al explorar estas interrogantes, no solo descubrimos más sobre nuestros ancestros y sus estilos de vida, sino que también podemos arrojar luz sobre cómo nuestros hábitos de sueño actuales afectan a nuestra vida diaria y salud.

 

Dormimos muy poco

Los estudios recientes revelan una fascinante discrepancia: mientras que la mayoría de los primates, como los chimpancés, dedican entre nueve y quince horas al día al sueño, los humanos promediamos apenas siete. Esta reducción podría tener profundas implicaciones evolutivas que David Samson, de la Universidad de Toronto, ha investigado extensamente. Sus estudios sugieren que, a diferencia de otros primates, los humanos exhiben un patrón de sueño inusualmente corto y profundo, con una proporción significativamente mayor de sueño REM, vital para funciones cognitivas como el aprendizaje y la memoria.

 

Además, factores como el tamaño del cerebro y el metabolismo también juegan un papel crucial en la configuración de nuestros patrones de sueño. Estas variaciones reflejan diferencias biológicas, pero también adaptativas, proporcionando a los humanos ventajas en aprendizaje y adaptabilidad en entornos cambiantes. Samson y otros investigadores continúan desentrañando cómo estas características han moldeado la evolución del sueño en los humanos comparado con otros miembros del reino animal.

 

Las ventajas de dormir en grupo

Los primeros Homo sapiens se enfrentaron a un mundo repleto de desafíos, desde la constante amenaza de depredadores hasta la necesidad de adaptarse a entornos cambiantes. Estos factores no solo influían en su supervivencia diaria, sino también en sus patrones de sueño. Al bajar de los árboles para dormir en el suelo, nuestros ancestros se volvieron más vulnerables, lo que les obligaba a desarrollar estrategias para protegerse durante las horas de reposo.

 

David Samson propone la "hipótesis del sueño social", según la cual el sueño en grupos ofrecía ventajas significativas. Dormir en cercanías permitía turnarse en la vigilancia nocturna, reduciendo el riesgo para el grupo entero. Esta práctica mejoraba la seguridad y potenciaba la cohesión y la confianza entre los miembros del grupo.

 

La comunidad de cazadores-recolectores hadza en Tanzania, estudiada por Samson y su equipo, ilustra modernamente estas prácticas ancestrales. Los hadza rara vez duermen todos al mismo tiempo; siempre hay individuos despiertos que vigilan el entorno, protegiendo al grupo. Además, el sueño fragmentado y la variabilidad en los patrones de sueño de los hadza pueden ofrecer un vistazo a cómo nuestros ancestros aprovechaban tanto el día como la noche para descansar y mantenerse alerta, adaptándose flexiblemente a las necesidades del momento y del ambiente.

 

¿Nos supone una ventaja evolutiva?

Los patrones de sueño evolucionados en humanos, caracterizados por períodos más cortos y un aumento en la fase REM, podrían haber conferido ventajas evolutivas significativas. Este sueño más eficiente permitía a los individuos pasar más tiempo en actividades cruciales para la supervivencia y el desarrollo social, como la socialización, el aprendizaje de habilidades y la transmisión de cultura. Estas actividades nocturnas, tales como contar historias o planear estrategias grupales, fortalecían los lazos comunitarios y fomentaban la cooperación, elementos esenciales para el éxito de grupos en ambientes hostiles.

 

A diferencia de otros primates, que pasan largas horas en fases de sueño no REM, los humanos experimentan un sueño REM más extenso, relacionado con la consolidación de memorias y el procesamiento de información emocional. Esta característica podría haber favorecido el desarrollo de capacidades cognitivas avanzadas, como la resolución de problemas y la creatividad, proveyendo así una ventaja en la adaptación a nuevos desafíos y entornos, facilitando nuestra expansión global y supervivencia a lo largo de la evolución.

 

Diferencias con el sueño hoy día

Los patrones de sueño de nuestros ancestros resuenan aún en nuestras prácticas modernas, aunque las condiciones de vida hayan cambiado drásticamente. Trastornos como el insomnio y la apnea del sueño, cada vez más prevalentes en nuestra sociedad, podrían estar parcialmente arraigados en desajustes entre nuestros entornos actuales y los patrones de sueño evolucionados para un mundo antiguo. Por ejemplo, la exposición a luz artificial y el uso de tecnología alteran la producción de melatonina, afectando nuestros ciclos de sueño natural.

 

Comprender cómo evolucionaron estos patrones puede ofrecer claves para abordar problemas contemporáneos de salud y bienestar. Por ejemplo, integrar períodos de descanso más flexibles y naturales, similares a los de los cazadores-recolectores como los hadza, podría aliviar algunos trastornos de sueño modernos. Esta perspectiva evolutiva nos invita a reconsiderar y adaptar nuestras rutinas de sueño para mejorar nuestra salud y calidad de vida en el presente.

 

La evolución de nuestros patrones de sueño revela una adaptabilidad extraordinaria a los desafíos ambientales y sociales a lo largo de la historia humana. Desde el sueño social y vigilante de nuestros ancestros hasta las complejidades del sueño REM que potencian nuestra capacidad cognitiva, cada aspecto refleja una respuesta a las necesidades de supervivencia y convivencia. Estudiar el sueño desde una perspectiva evolutiva no solo nos ayuda a entender nuestro pasado, sino que también ilumina posibles caminos para mejorar la salud y el bienestar en el presente. Aún queda mucho por descubrir sobre los misterios del sueño y su papel en nuestra evolución.

 

Referencias:

Bower, B. 2018. Humans don’t get enough sleep. Just ask other primates. sciencenews.org.

Samson, D. y Nunn, C. 2018. Sleep in a comparative context: Investigating how human sleep differs from sleep in other primates. Am J Phys Anthropol 166 (3): 601-612. DOI: 10.1002/ajpa.23427.